Oir

5 sept 2010

Hipótesis de Domingo


Anoche vi la película Origen y aunque no sabría decir si me gustó, por el exceso de "acción" y el dolor de cabeza post "no entiendo nada" sí que me dejó sentenciada una frase: las ideas son como los virus. Pues bien, hoy he despertado infectada por una: el corazón tiene razones que la razón desconoce.
Me hace gracia como en el ámbito social, tratamos de controlarlo todo, de establecer estrategias, planes de acción, reglas absurdas tipo "una de cal otra de arena" o "hacerse el duro" o como decía en la publicación anterior, interpretar cada movimiento del otro. Es decir, tratamos de utilizar estrategias de razonamiento que son intrínsecamente individuales y por tanto mayoritariamente controlables para extrapolarlas a situaciones en las que obviamente se nos escapan de las manos muchísimas cosas… y bueno, esto es algo casi instintivo, nos encanta tener el control de nuestras vidas, aunque ello implique querer acaparar algo que no nos pertenece: la vida de otros. Pero, al fin y al cabo normalmente solemos ceder a esa razón cuando estimamos que es necesario o que vale la pena y utilizamos otras estrategias un poco más adecuadas y altruistas para relacionarnos con los demás, despertando la empatía y poniendo de nuestra parte para que las cosas vayan bien, aunque perdamos parte de ese control, quizás porque arriesgamos a creer en los demás, a prestarles un poquito de nuestro control pensando que lo cuidarán y que habrá cierto intercambio. Ahí es, según mi punto de vista, donde empiezan las buenas relaciones: desde vecinos hasta familiares. Es decir, cuando cedemos al corazón (como sinónimo de emoción) el poder de decisión.
Pero ¿por qué hacemos esto? O ¿de qué sirve? Bueno, yo NO tengo LA RESPUESTA pero sí una pequeña hipótesis de domingo que trataré de explicar enlazando con un tema que me parece infinitamente interesante: el síndrome disejecutivo.
Estás en un cruce de vías de tren, justo detrás de ti hay cinco personas trabajando, ves como se acerca un tren y a tu vera tienes a un hombre corpulento. Si empujas al hombre, salvarás cinco vidas ¿qué haces?
Este es un ejemplo de decisión moral, en la que para resolver la situación tienes que tener en cuenta la vida de otras personas y una acción socialmente mal vista: matar. Pues bien, en este tipo de casos, el común de los mortales se deja llevar por su corazoncito y decide NO arrojar a una persona a la vía del tren, a pesar de que no fuese razonablemente acertado, ya que mueren más personas que la que no matas.
Sin embargo, las personas con síndrome disejecutivo sí lo harían, es decir, no tendrían en cuenta ese "valor humano" ni remordimientos, ni culpabilidad, ni escrúpulos, simplemente harían la cuenta y dirían: ¡obvio 5 son más que uno, adiós guapo!
Este síndrome se caracteriza por lo siguiente: incapacidad para planificar, falta de concentración, dificultad de abstracción, cambio de personalidad y rigidez cognitiva y se da en personas que tienen la corteza pre-frontal cerebral (de la frente) destruida (por tumor, accidente cerebro vascular, malformación, demencia, etc). Pero dentro de esta zona existen diferentes áreas que provocan diferentes síntomas más específicos, al que yo quiero aludir es a la zona orbitaria que provoca entre otros: deshibinición, síndrome anético (sin ética), inadaptación emocional, incapacidad para acatar las normas sociales y cambio de personalidad, es decir se convierten en personas incapaces de llevar una vida social adecuada y que no son capaces de tomar decisiones como la que nombraba anteriormente.
Sobre todo esto, mucho mejor explicado y con base científica, hay un libro popular y muy interesante: El error de Descartes, Damasio. En él expone su hipótesis, que hablando mal y pronto es que como las situaciones emocionales quedan grabadas en nuestra memoria mucho más intensamente que las demás, estas sirven de archivos de los que tirar cuando no sabemos qué hacer, cuando se nos escapa de las manos algo, de un modo casi inconsciente, por nuestra experiencia como referente que nos facilita el trabajo a la hora de comparar pros y contras ante las diferentes alternativas y por eso, en una situación en la que se debate la moral, saldrá ganando normalmente esta. Y bueno, este "proceso" estaría de la mano de múltiples zonas cerebrales como la amígdala y el hipocampo, pero la encargada de "tomar la decisión final" sería la corteza frontal, de ahí los síntomas de estos pacientes.
Pero claro, también hay otra evidencia que no se puede descartar: hay muchos trastornos y síndromes que guardan relación con alteraciones en la corteza frontal o que tienen síntomas parecidos (por ejemplo: autismo) ¿quiere decir eso que todos esos trastornos tienen síndrome disejecutivo o que todos tienen destruida la corteza prefrontal? O un poco más allá, ¿quiere decir esto que sin corteza frontal no seríamos personas o incapaces de vivir en sociedad o que esta es la única responsable de esto? Para mí NO y aquí viene mi hipótesis: las personas somos seres increíblemente complejos cuyas habilidades y pensamientos no se pueden entender sin tener en cuenta su contexto más amplio: desde dónde se criaron y con quién hasta en qué se basa lo que piensan y con quién hablaron de eso o incluso qué leyeron, es decir todo influye, es un intercambio continuo y esto afecta evidentemente a nuestras relaciones sociales y por ende a nuestras decisiones morales y esto a nivel cerebral no está ubicado en un rinconcito cerrado, sino que es fruto de millones de conexiones a lo largo de toda nuestra masa cerebral, solo que la decisión final tiene que estar en algún sitio (frontal) pero a la vez esta es interactiva, por lo que tampoco es una decisión unilateral. Por lo tanto mi respuesta a ¿de qué sirve dejarse llevar por las emociones en lugar de razonar las situaciones sociales? Es que simplemente es más inteligente puesto que intentar controlar algo fuera de nuestro alcance y que está influido por miles de factores es ridículo e inaccesible, mientras que la emoción es algo evolutivamente más antiguo, más arraigado a la supervivencia, a la vida, a la sociedad y tiene un sentido incomprensible que nos lleva a relacionarnos del modo más natural y fácil basado en todo lo que hemos visto, vivido, leído todo ello sin darnos cuenta.

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